miércoles, 18 de mayo de 2011

Casi veinte y dos vidas,
flor del naranjo,
eres, más,
mucho más que eso,
corazón de barro,
sécate al sol,
el sudor de la frente...
Casi veinte y sin embargo,
persiste la duda,
en la pendiente...
Hermana de sueños,
que se fueron sin alas,
a caminar,
por dos rutas del poniente,
por donde el sol pasa,
burlón,
agitando el pañuelo sin decir adiós...

Casi veinte, pequeña mariposa,
¡Volaste!
lejos y antes de tiempo...
En un miércoles,
de Junio,
llegó el viernes corriendo,
con la noticia entre los dientes,
son casi veinte,
y te duplicaste,
entre los cristales de tus lentes...

Casi veinte, y si te duelen los ojos,
no vayas a acomodar,
la vida a tu antojo,
que tus manos,
dejen la fuerza,
del pasado reciente,
y si se cae una lágrima,
entre los rosales,
no vayas a pedirme,
que le quite las espinas,
no vayas a pedir,
que no se sequen las flores.

miércoles, 11 de mayo de 2011

Peces de ciudad - Joaquín Sabina. (Canción)

Se peinaba a lo garçon
la viajera que quiso enseñarme a besar
en la gare d’Austerlitz.
Primavera de un amor
amarillo y frugal como el sol
del veranillo de san Martín.
Hay quien dice que fui yo
el primero en olvidar
cuando en un si bemol de Jacques Brel
conocí a mademoiselle Amsterdam.
En la fatua Nueva York
da más sombra que los limoneros
la estatua de la libertad,
pero en desolation row
las sirenas de los petroleros
no dejan reír ni volar
y, en el coro de Babel,
desafina un español.
No hay más ley que la ley del tesoro
en las minas del rey Salomón.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis sueños va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un no te quiero querer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que mordieron el anzuelo,
que bucean a ras del suelo,
que no merecen nadar.
El Dorado era un champú,
la virtud unos brazos en cruz,
el pecado una página web.
En Comala comprendí
que al lugar donde has sido feliz
no debieras tratar de volver.
Cuando en vuelo regular
pisé el cielo de Madrid
me esperaba una recién casada
que no se acordaba de mí.
Y desafiando el oleaje
sin timón ni timonel,
por mis venas va, ligero de equipaje,
sobre un cascarón de nuez,
mi corazón de viaje,
luciendo los tatuajes
de un pasado bucanero,
de un velero al abordaje,
de un liguero de mujer.
Y cómo huir
cuando no quedan
islas para naufragar
al país
donde los sabios se retiran
del agravio de buscar
labios que sacan de quicio,
mentiras que ganan juicios
tan sumarios que envilecen
el cristal de los acuarios
de los peces de ciudad
que perdieron las agallas
en un banco de morralla,
en una playa sin mar.

lunes, 9 de mayo de 2011

Ni fú.

La otra noche, de forma sutil y sin encanto se me declaró el gusto por salir a caminar de noche, una copia saludable de la vida bohemia. Algo tan sencillo como sincronizar los pies, echar marcha adelante y desplazarse. ¿Qué de generoso tendría pisar unos cuantos bloques de cemento y volver al hogar?  Me pondría a buscar una respuesta si tuviera deseos de saber porqué me gusta más caminar que ver la telenovela o leer el periódico. Los avisos clasificados no estuvieron buenos. Las noticias, ni hablar.  Sube el gas, la bencina, los colectiveros se van a paro, el siete por ciento de los jubilados, las promesas que deambulan en el limbo, por eso debe ser que me gusta echar marcha adelante y desplazarse… unos minutitos caminando sin pensar en volver. Ir, sólo ir. No podría negar que cuando emprendo la retirada, siento una punzada nostálgica en uno de mis costados. Eso debe ser lo único molesto de salir a andar sin rumbo fijo, la certidumbre ingrata de que hay que volver. Pero bueno, no todo puede ser perfecto.